viernes, 26 de octubre de 2012

Sol@s en casa: Cerrando puertas, armando escándalo

¿Qué hacen tus gatos cuando tú no estás?

Anécdotas, experiencias y consejos que pueden ayudarte a entender mejor a tu gato y ponerte por un instante en su hermosa piel.


A puerta cerrada, gat@ estresad@


Aquí huele a gato encerrado... Siempre me ha llamado mucho la atención esta frase hecha y  pensaba que haría referencia al terrible hedor de una casa vieja y húmeda llena de gatitos okupas meones que no encuentran la puerta de salida.


Según Google, el sabio que todo lo sabe, en la Edad Media las mujeres ocultaban sus joyas y dineros en bolsas que se hacían con piel de gato. De modo que, en la jerga de los delincuentes, gato es el sitio en el que un individuo oculta el dinero que lleva encima y, por extensión, el dinero mismo. Por eso cuando alguien decía "aquí hay gato encerrado" era una especie de llamada de atención entre ladrones: "Ojo a la bolsa de la señora que va cargadita". Asimismo, en el Siglo de Oro español se llamaban gatos a los ladrones por su sigilo y los movimientos ágiles y furtivos que recuerdan a los de los felinos. 

En definitiva, los pobres gatos siempre colgando con algún sambenito, o como diría Sofía Mazagatos, colgando con algún logotipo. 


 Nano es un ladrón que me ha robado el corazón

Dejando al margen cuestiones etimológicas y de historia de la lengua, todos los que tenemos y cuidamos gatos sabemos lo mucho que les inquieta y obsesiona una puerta cerrada. Tanto que llegan a emplear denodados esfuerzos gatunos para abrirlas...¡Y lo consiguen! Pero no una puertecita de papel o una simple gatera, sino correderas de doble cristal y puertas con manillas y cerrojos. 
Por eso en verano, por mucho calor que haga y mucho que nos duela, no podemos dejar que nuestros gatos se queden solos en casa con la ventana abierta, pues nos jugamos un buen disgusto. Es mejor dejarles abundantes bebederos por toda la casa que una rendija abierta por mínima que sea, porque pueden terminar por abrirla.


Tona en su balcón en una jornada "controlada" de puertas abiertas


La obsesión por las puertas puede desembocar en el síndrome del gato escapista. Es decir, lo que viene a ser un gato que salen zumbando escaleras arriba (normalmente escapan a los pisos superiores, será un deseo sublimado de trepar a los árboles) en plan corre-corre-que-te-pillo. 
Yo personalmente, no he encontrado ningún remedio o cura para un gato escapista, pues es una pulsión que algunos animales tienen y otros no y de nada vale reprenderlo o reprimirlo. Simplemente hemos de controlar nuestras entradas y salidas, y obstaculizar la puerta con nuestro cuerpo (brazo, mano, bolso de marca, raqueta de tenis...) para evitar su huida. Hay quien utiliza un vaporizador de agua para ahuyentar al gato de la puerta. A mí me parece un poco cruel y prefiero desviar su atención lanzándole un juguete o una golosina para alejarlo de la entrada. Pero hay que reconocer que lo del agua funciona. 

Nadir asomando por la puerta de la cocina... qué divina

Curiosamente, también sucede lo contrario. Gatos con la manía de meterse en los armarios, cajones, cajas, baúles... En definitiva, en los lugares más insospechados. Hay quien atribuye este comportamiento a la necesidad de los felinos de encontrar la tranquilidad, el silencio y la mejor energía de la casa. Otros piensan que simplemente se pirran por los espacios prohibidos (¡Gato, ¿qué haces encima de mis jerseys de lana?!) o por cualquier mueble o espacio nuevo en la casa. 
Al margen de que te llenen la ropa de pelos, esta costumbre no comporta mayor riesgo que el de dejarte al gato "olvidado" dentro del armario  durante todo el día. Y quizá cuando abras la puerta, te encuentres un regalito marrón y sin lacito...


 Kibou encantado de no tener que salir del armario
Tona metida a conciencia en un recoveco del salón 
Whisky en las alturas... ¿A qué no me pillas?
Lucky en la estantería en plan figurita decorativa      

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