lunes, 20 de abril de 2015

La historia de Edi, la Soleá: De la calle al apartamento

Edi, la gatita que vivía en el jardín de mi edificio, está ahora con nosotros después de su extraña desaparición hace un mes... 



Ya hablé sobre esta adorable gatita negra cuando conté la historia de Jaleo. Ignoro los detalles de su biografía pero los vecinos más antiguos coinciden en que lleva viviendo en la finca más o menos desde que se construyó allá por el 2007. Así que se le calculan unos 7 u 8 añitos a la criatura. 

Como nadie se ocupaba de ella y muchos la querían fuera, comía ratas y pájaros,o rebuscaba en los cubos de basura del garaje. Sorprendentemente, está castrada: nunca se quedó preñada en este tiempo y yo no la vi pasar nunca un celo. Lo que es una gran ventaja para ella, porque si hubiera procreado la habrían "hecho desaparecer" junto a su progenie. 


Cuando llegamos a MVD era invierno, julio de 2013, reparamos en ella porque maullaba todas las mañanas delante de la ventana del Sr. Fernández pidiendo el desayuno que él le daba encantado. Incluso la dejaba entrar en su casa, a la que accedía por la ventana con gran elegancia y suavidad. 




Y es que Edi es un amor: silenciosa, tranquila, cero agresiva, y cariñosísima cuando te ganas su confianza.
Yo me la gané poco a poco dándole de comer, hablándole bajito, mirándola a los ojos, acariciándola con mucho tacto y ella me correspondía dejándose coger en brazos, viniendo desde cualquier rincón del edificio cuando escuchaba mi voz, enseñándome la barriguita, restregándose en su "piscina de piedras" (una zona común donde solía tumbarse cuando yo estaba cerca) y ronroneando contra los barrotes del muro donde tenía su recipiente de agua frescay le daba la comidita
Cuando los vecinos se percataron de que mi devoción por la gata no era transitoria sino un compromiso serio, los más reacios empezaron a mirar para otro lado y los más afables, a adoptar una postura de aceptación incluso de cariño hacia ella. 




Pero la paz era muy frágil. Hace un par de meses mi vecino del bajo me llamó la atención porque la gata hacía sus necesidades en el garaje cerca de su plaza y además del olor, el suelo era un sembrado de heces frescas y rancias esparcidas al tuntún. Establecí pues la rutina de bajar todas las mañanas antes de las 9.30h a limpiar el garaje e improvisé un arenero en un lateral que le mostré a ella, aunque no pareció entender su utilidad. Cuál sería mi sorpresa cuando una mañana descubro que la gatita había utilizado las arenas y cubierto sus deposiciones con ellas. Una crack! En vista del éxito, mi vecino y su familia respetaron a la gata aunque obviamente no les gustaba. 
Y entonces, la rutina se quebró...


La desaparición de Edi

La mañana de 22 de marzo 2015 bajé -como cada día a las 9.20h- al garaje a limpiar sus deposición y subí al jardín a darle el desayuno. Pero Edi no estaba. No estaba por ninguna parte. Ese domingo nos lo pasamos mi marido y yo buscándola por las calles cercanas, pues la gata nunca recorría otros territorios. Ni rastro.

Dos días después, con el corazón roto, hice unos carteles con los que empapelé la calle entera, pues yo sospechaba que la había matado (sí, matado) alguien del edificio, pues la gata nunca salía de la finca.

Si me han visto, no se acuerdan...

Nada, ningún dato fiable, ninguna información fehaciente, excepto eso sí, una fuerte corriente de apoyo a través de las redes sociales y gran empatía por parte de algunas de mis vecinas y sus niños, que me conmovió hasta los cimientos. 

Ya la daba por muerta y malenterrada, cuando el sábado 4 de abril a eso de las 9.30h mi vecina Laura, llamó a mi puerta anunciándome contentísima que Edi había vuelto. ¡Habemus milagro! Con el pelo algo más sucio y una pérdida mínima de peso, allí estaba ella pidiendo comidita y mirándome a los ojos con afable reconocimiento.
Sin dudarlo, subimos a por la gatera y nos la llevamos ipso facto al veterinario. Aunque lloró todo el camino, se portó perfecto en la consulta y nos volvimos a casa con ella, sus medicinas, una camita nueva y muchas reservas respecto a la acogida que le daría nuestra matrona, FARRUCA de Galicia. 

¿Y tú de quién eres, mi negra?

Pero Edi se adaptó bárbaro: al llegar, inspeccionó mínimamente la casa dando muestras de gran respeto por Farruca. Ni se interesó por su comida, ni por sus arenas ni su cama manteniendo con sus territorios una distancia exquisitamente diplomática. Por supuesto, Farru en cuanto la olió, pues como está ciega no la ve, se puso como una hidra en celo. Pero Edi es anticonflictos y al primer rugido de la gata alfa, corrió al que supo era su cuarto y allí se quedó todo el día, exhausta por sus
inenarrables aventuras. 


Le pusimos un collar verde con cascabel para tenerla controlada, y al día siguiente de mañana la dejamos salir por la ventana a recorrer su nuevo territorio: las azoteas vecinas. La pobrecita, nacida en la asilvestrada libertad de la calle, quiere salir a pasear todos los días, y se pasa prácticamente desde que amanece hasta el atardecer tomando el sol en la azotea de al lado, entrando sólo para comer y beber. 



En estos 20 días de convivencia gatero-humana, hemos descubierto que es súper casera, le encantan la caricias y acurrucarse con nosotros en el sofá, tumbarse en su "gata-manta" del cuarto de invitados y en definitiva, vivir tranquila. 



Ahora nuestra única preocupación es mejorar su relación con Farruca, con la que está protagonizando una versión felina de "No me chilles que no te veo"Farruca maullá como una posesa cuando la huele cerca y Edi llora y corre a esconderse aterrorizada por la gatamonstrua hostil. Pero, confiamos en que el tiempo pondrá a cada una en su lugar con amor y buena compañía. Por de pronto, ella a vivir que son dos días... 

Desde que descubrí los cojines, me siento de cine









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