jueves, 9 de enero de 2014

Historia de un gato callejero (Cap. II): Cinco horas y pico con Jaleo

Los gatos callejeros y los pisos pequeños son incompatibles. Les dan claustrofobia y se obsesionan por escapar a la desesperada. Si a eso le sumas otra gata veterana residente, se armó el jaleo, nunca mejor dicho. 


Soy Jaleo: La calle es mía y yo no soy tuyo


¡Qué ajetreo hace unos días! Llovió a mares en Montevideo así que decidimos coger los dos transportines de Nano y Farruca e ir a rescatar a Jaleo y Edi que estaban bajo el quicio de una ventana capeando el temporal. A ella fue imposible meterla en la gatera: se revolvió, lloró y salió disparada. Eso y que está castrada, nos hace sospechar que esta gata tiene un pasado doloroso de humanos malintencionados. 

Jaleo en cambio, se metió encantado, se arrebujó en la mantita y allí se quedó esperando acontecimientos. Alentados por el éxito y viendo que el gatito estaba tan tranquilo, decidimos llevarlo al veterinario. Llevando a pulso con el transportín, fuimos pisando huevos entre charcos, con cuidado de no resbalar o tropezar para no enfrentarnos a lo peor: que el gato se escapara. Y como la vida es una mala puta, en un desafortunado bamboleo, se abrió la puerta de la gatera y Jaleo salió disparado. 

Acojonados, empapados y petrificados, vimos como el gato se metía en una casa con jardín que afortunadamente no mostraba signos de vida humana ni canina. Con su espíritu aventurero, exploraró el entorno probando hierbas y olfateando flores. Me fui corriendo de vuelta a casa para buscar un arnés y comida para tentarlo. Volvía ya cuando vi que Graham estaba metiéndolo en la gatera con sumo esfuerzo de ambos. Ufff, rescate finalizado.



El jardín del Jaleo no es como el del Edén

Nos quedaban unos 300 metros a La Mascota, nuestra clínica veterinaria que nos parecieron eternos. Graham llevaba la caja en brazos con la rejilla pegada al pecho por si las moscas cojoneras se volvía a abrir, pero afortunadamente llegamos sin incidentes. Tenemos unos veterinarios estupendos, la Dra. Cecilia Morosini, que ya visitó a Farruca un par de veces, y el Dr. Diego Cuadrado, el cirujano quien nos atendió por primera vez.

Le explicamos el background que conocemos hasta ahora de Jaleo y le abrió una ficha junto a Farruca. Los veterinarios de Montevideo ofrecen una modalidad de mutualista muy interesante: pagas 260$ al mes (menos de 9 €) y recibes beneficios como descuentos en cirugías, análisis, ecografías, ingresos hospitalarios, medicamentos... Y además puedes inscribir hasta tres gatitos a tu nombre. Nosotros tenemos a Farruca (teníamos a Nano), y ahora a Jaleo y Edi. 


Farru está fichada junto a Jaleo y Edi. Ya es una gata oriental

Entramos a consulta sin saber cómo se iba a comportar el gato... ¡Fue un ángel! Le enseñó la tripita al vete, ronroneó todo el tiempo, no estaba nada asustado, se dejó meter la pastilla antiparasitos hasta el esófago y abrazó cariñosamente al vete, que estaba flipado: "Es un amor de gato, no parece de la calle". Cuando le comenté que nuestra intención era castrarlo y darlo en adopción, él nos dijo que estaba en proceso de cambiarse de casa y que quería tener un gato, y Jaleo le pareció perfecto. ¡¡Ay, ojalá se lo quede!! No podría estar en mejores manos...

Lo encontró muy bien de estado general, salvo algunas heridas de guerra y falta de peso. Así que volvimos a casa con la intención de que Jaleo se quedara con nosotros quince días y se pusiera fuerte para su próxima castración. Cuando llegó a casa y Farru lo vio, los gritos de ella debieron de llegar a oídos del dios de los felinos. Jamás la oí bufar y maullar en Dolby Surround, pero es que Jaleo es un señor macho de unos 4 años con un par de huevos enteros y verdaderos. Mientras ella sufría la indeseada intrusión, él tan pancho. Comió estupendo, bebió agua fresquita de botella, cagó como una vaca australiana y se quedó dormidito en el sofá como un bendito durante una hora larga.  

Qué dura ha sido la tarde de acá para allá y ni siquiera sé dónde estoy. 

Pero, ¡ay! cuándo despertó. No paraba quieto, miraba por la ventana obsesionado por salir al jardín del que le habíamos sacado contra su voluntad. Buscaba a Farruca, que no paraba de gritarle tremendamente estresada e iba de un lado al otro buscando desesperado una salida. Lo metimos en la habitación de invitados que habilitamos para él con comedero, bebedero, arenas y camita y allí lo dejamos encerradito a ver si se calmaba. Oímos algún ruido sin importancia y yo le di la cena y la pastilla a la Farru mientras tanto. De ahí a un rato, ya no oímos nada y Graham entró a ver cómo se encontraba... No lo encontró. El gato había aprovechado una minirrendija abierta en la ventana, la agrandó posiblemente con la cabeza y el cuerpo, salió entre los barrotes y saltó a la azotea del vecino, que está pegada a nosotros con un desnivel de un metro más o menos. Nos quedamos congelados. Mi gran preocupación es que hubiera caído al patio de los vecinos del bajo que están de vacaciones y hasta dentro de una semana no vuelven y el gato moriría allí de hambre y sed. Lo buscamos con una linterna a vista de espías pero no vimos ni rastro de él. 


Si me caigo en el bajo, caigo muy muy bajo

Graham estaba consternado pero yo me sentí aliviada. Sufría por Farru y porque no sabía cómo me lo iba a montar al día siguiente con un gato hiperactivo, no deseado y escapista encerrado en una habitación de un apartamento de 70 m2. Nos metimos en la cama, agotados, tristes y agobiados, sin saber qué habría sido de él ni dónde estaría. Dormí fatal soñando con gatos que caían al agua desde alturas inusitadas pero que milagrosamente salían nadando e indemnes. 

A eso de las 6.00 de la mañana oí un maullido desesperado muy muy cerca. Me levanté como un rayo y fui a la habitación de invitados: allí estaba Jaleo entre los barrotes de la ventana llamándome para entrar. No sé cómo saltó desde la azotea al alfeizar que es muy estrecho porque la verja le come media superficie. Pero lo consiguió, es un Gran Houdini
Le abrí y entró ronroneando, encantado de verme y pidiendo el desayuno de malas maneras. Comió como un desposeído y se puso a pasear por la casa ya protestando. Me metí en el dormitorio con Farruca a puerta cerrada, mientras Graham se duchaba para llevarlo de vuelta al jardín, porque Jaleo empezaba a armar mucho jaleo. 


Entre la hierbabuena soy feliz


Allí lo encontré cuando bajé a las 12.00. Estaba con Edi como si nada. Se tomaron su Segundo Desayuno Hobbit y se fueron a jugar entre los arbustos. Ahora tenemos claro que es un gato que no puede vivir con nosotros en nuestro apartamentito de paso, sino que necesita una casa con jardín para darle rienda suelta a su energía y vitalidad. Bien es cierto que cuando lo castremos perderá parte de esa ansia aventurera de gamberrete adolescente. Eso esperamos, porque queremos programar su operación para el lunes que viene. Cuanto antes, mejor para todos. Sobre todo para él. 

Sueño que me cortan los huevos, qué mal sueño


1 comentario:

  1. Hola Isa!! Que buena historia!! Angus es un gato semi-callejero y de noche ama vagabundear x por la calle, no le gusta quedarse encerrado, son sus horas de mayor actividad, donde caza ratones y pájaros. Maúlla en la ventana de mi dormitorio a eso de las 6 o 7 am, le abro y enseguida se pone a ronronear y se acurruca conmigo! Llegó la hora a amasar!!! A veces deja su presa en la puerta de Poonam y ahora en Punta del Este está en combate continuo con las comadrejas, jajaja.

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