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viernes, 19 de julio de 2013

Consejos: Cuando los gatos viajan en avión

Peripecias de viajar con gatos al extranjero

Entre vacunas, chips, visitas y tratamientos veterinarios, encontrar el PIF, seleccionar las mejor compañía aérea y horario para ellos, te puedes dejar fácilmente varios kilos... y no sólo de peso.





Antes de volar: Informar, buscar y sedar


- El papeleo


En cuanto decidimos venir al Uruguay, consultamos la legislación del país sobre el ingreso de animales domésticos, pues me aterraba que mis gatos pasaran una cuarentena de la que posiblemente no saldrían vivos. Afortunadamente en este país la ley para la entrada de mascotas no es tan estricta. Sólo exigen la antirrábica, el microchip y todas sus vacunas en regla con un certificado oficial rubricado por un veterinario privado



En definitiva, algo razonable y no muy engorroso... hasta que te topas con el PIF, Puesto de Inspección Fronterizo, que regula la salida de animales. Allí debes presentar todo el papeleo y trámites de mascotas antes de volar. Perfecto si el puñetero PIF no estuviera en medio de ninguna parte entre la T1 y T2 del aeropuerto de El Prat, tan oculto que ni los taxistas saben dónde está. Llegas en lanzadera hasta la T2 y tienes que desandar 500 metros por un descampado hasta la terminal de carga. Desde la meganave de IberiaCargo, tiras hacia el fondo y en el segundo callejón a la izquierda está el PIF... ¿Fácil, eh?



¿Y por qué está ahí? ¿Es más práctico? ¿Te expiden el certificado en el momento de volar y así aprovechas el paseíto? NOOOOO!!! Tienes que volver al día siguiente a buscarlo y ¡¡¡ojo!!! Hay que tramitarlo 10 días antes de la fecha de vuelo, no antes porque caduca y tienes que repetir el proceso. Eso sí, son bastante amables y solícitos. Algo es algo...


- Elegir compañía aérea


Si viajas con un solo gat@ y pesa menos de 8 kilos -transportín incluido- en muchas compañías puede ir contigo en la cabina. Si pesa más o el transportín es grande, tiene que ir en bodega. Algunas compañías sólo permiten embarcar mascotas en la bodega, como p.e. Aerolíneas Argentinas, y esto es un aspecto a tener en cuenta si quieres tener a tu gatito contigo todo el viaje. 
Es muy importante que su caja esté homologada para viajes en avión y sea la medida correcta para tu mascota, ya que el gatito debe tener espacio interior suficiente como para poder ponerse de pie y girar sobre sí mismo. 

Debes identificar el transportín con una etiqueta o letrero pegado en el exterior donde se incluya:

-Nombre de la mascota, edad y sexo
- Nombre del Propietario y DNI
- Móvil de contacto
- Dirección en destino




Además, se debe incluir un bebedero para evitar la deshidratación del animal y no darle de comer en las horas previas al viaje. 
Otra recomendación personal es ponerle un pañal o dos (como de hospital, no un Dodot con gomas y adhesivos) en la cajita por si se hacen pis o caca. Yo además, les puse una mantita, un par de pequeños juguetes y a Nano que iba solito una camiseta usada (con la que dormí toda la semana) para que le acompañara mi olor en el vuelo (no sé si le gustó...).


- Medicación y sedación


Como no soy amante de la química ni de la farmaceútica tradicional, quería preparar a mis gatos para el viaje con algún tipo de sedativo lo más inocuo posible, y siguiendo el consejo de mis veterinarios les di proteína de la lactosa, que según me explicaron tiene el mismo efecto relajante que la leche materna para los bebés. Como no notaba grandes cambios de comportamiento, excepto Nano que me miraba con ojos de Reggae, enchufé Feliway en su habitación y al poco ya estaban espatarrados. 

Aunque en todas las web de compañías aéreas recomiendan no sedar a los gatos que vuelen, ellos no conocen a tus animales. Sabía que Farruca podría venir más o menos tranquila conmigo en la cabina sin estupefacientes, pero Nano es un caso muy diferente: es hipernervioso, ansioso hasta la histeria y tan inseguro que en momentos de pánico ni siquiera me ve, escucha o atiende. Así que hubo que sedarlo con un preanestésico que Pere Renedo (mi veterinario del alma) vino a administrarle a casa. Se quedó planchado como un bendito y llegó drogaíno perdido al embarque. Mejor que mejor. 


¿Onde me llevas, cacho perra?

Cerrando puertas, armando la marimorena

 

En el aeropuerto, previa reserva y confirmación de espacio para los dos gatitos en mi vuelo de Air Europa, pagué sus pasajes (160 € Nano en bodega, 100 € Farruca en cabina) con escala de Barcelona a Madrid y Madrid-Montevideo directo.
Al pagar sus portes, desde el mostrador avisaron a un operario que me llevó en ascensor con una supervisora a la zona de control para embarcar animales por bodega. Aquí vino la parte dura: tuve que sacar a Nano del transportín, rezando para que no le diera un yuyú y saliera disparado a la estratosfera. Como soy muy previsora le compré a los dos un par de arneses tipo chaleco con velcro y correa que me vinieron de maravilla para agarrarlos e inmovilizarlos. 


Nano posando con su arnés

Con Farruca fue incluso peor: tuve que sacarla del transportín para pasarlo por el escáner junto con mi equipaje de mano, y atravesar con ella en brazos el arco pitador del control de pasajeros. Con tanta gente por delante y detrás, se asustó y empezó a agitarse y culebrear peligrosamente, así que le pedí casi a gritos al seguridad que me abriese a toda prisa la caja donde la metí a trompicones y protestas del chico que no entendía mis nervios y de ella que entendía menos. Ufffff... ¡a embarcar!


El vuelo del mascarón de proa


De Barcelona a Madrid fue relativamente bien: Farru sólo lloró al despegar de El Prat (¿pena?) porque íbamos sobre las alas y el ruido de los motores la asustaron. Al llegar a Madrid, tuvimos que caminar unos 20 minutos por Barajas desde la T2 a la T1 y como no encontraba ningún carro, casi se me descoyuntan los brazos entre la gata, el bolso y el equipaje de mano con dos ordenadores y no sé cuánta quincalla. Encontré un carro abandonado a medio camino y relajé los sobacos un poco... Pasamos otro control de pasaportes, hicimos cola en embarque y en cuanto vi a una azafata de tierra la abordé para saber si Nano había llegado bien. Todo correcto: me pidió los papeles de los gatos y embarqué de las primeras. 

Qué suerte tuvimos: viajamos solitas y cómodamente en una fila de dos asientos, uno vacío para ella. Muy de agradecer teniendo en cuenta que el vuelo duraba 12 horas. La pobrecita tuvo unos cuantos momentazos de estrés y lloros, así que me la llevé al lavabo del avión y le abrí la puertita de la gatera para que se aireara y le puse agua. No quiso ni beber ni salir pero se calmó un poco. Cuando faltaban 3 horas para llegar se agitó muchísimo y estuve un buen rato acariciándola metiendo la mano por la gatera entreabierta. Llegamos molidas, enfurruñadas y ella tan planchada que creí que se me había desmayado. Recogí a Nano al final de las cintas del equipaje donde me esperaba medio consciente al lado de un perrito pasajero. 

Salimos casi arrastrándonos del aeropuerto de Carrasco, acompañados de un maletero que me ayudó con el equipaje y los dos carros que llevaba. 





Casa nueva, ¿a qué huele aquí?


Al abrir las gateras el susto fue supremo y cada uno corrió a buscar el mejor escondite de la casa: Farru se metió dentro de la cocina (del electrodoméstico, quiero decir, entre el motor y los tubos de gas ciudad). La saqué a mano de la máquina y entró disparada en un armario con mi ropa...


Aquí huele a flamenca: este es mi sitio

Mientras tanto Nano se escondió bajo la cama y allí estuvo casi un día entero, sólo salía para comer como un lobo, beber como un camello y cagar como un elefante. Pobrecito, en el viaje se hizo pis en los pañales y como es tan limpito debió de sentirse fatal...





¿Y ahora, qué?


Ya han pasado dos semanas desde nuestro aterrizaje y el panorama doméstico ha cambiado por completo: la casa es suya, ya saben dónde está todo, les encanta la nueva cama y el sol que entra por la ventana. Así que parece que el cambio les ha sentado de perlas...




Post Data 
30 de agosto 2013: A la luz de los últimos y trágicos acontecimientos, os recomiendo encarecidamente que al poco de llegar a destino y una vez estén aclimatados y tranquilos vuestros gatitos, los llevéis a un veterinario para someterles a un chequeo. El viaje suele ser tan estresante que les puede inducir a una depresión autoinmunológica y en consecuencia volverles más vulnerables a cualquier enfermedad latente o nueva.
Yo no lo hice y lo pagué muy muy caro. Dicen que de los errores se aprende, pero este error me ha costado la vida de mi adorado Nano. 
No hay vuelta atrás. No cometáis mi error y prevenid antes de lamentarlo tanto y tan profundamente. 
   

lunes, 24 de junio de 2013

En tránsito: ADIÓS BARCELONA


Los gatos no viajan EMPRENDEN EL VUELO...





Después de un año y medio cuidando gatitos de Gràcia y otros barrios de Barcelona, me voy con mis mininos a otra parte. En concreto a Montevideo, Uruguay, donde espero encontrar nuevos horizontes, aires del trópico de capricornio y experiencias profesionales motivadoras. Aunque mi intención es retomar mi actividad y labor creativa, no dejaré de ayudar y colaborar con todos los felinos latinoamericanos que me tropiece en mis deambuleos y/o devaneos. 



Ha sido un año y medio con un estupendo felín, con un montón de clientes encantadores (personas y animales), de los que me llevo un recuerdo indeleble y momentos tiernos e irrepetibles con todos los mininos con los que intercambié mimos.

Me voy con mis dos gatitos catalanes -Farruca, la negra y Nano, el tabby- allende los mares, y aunque nos invade una cierta y razonable nostalgia de aquí...

... estamos ya con un pie y media casa allí.


En fin, sirva este post como anuncio de la suspensión de mis servicios desde junio 2013 en Los gatos no viajan, proyecto personal que empecé con mucha ilusión y sólo me ha dado satisfacciones, alegrías y muy buen karma. 
Así que ¡MIL GRACIAS A TODOS los que me habéis confiado vuestras casas y gatos familiares, insustituibles talismanes del hogar!

Un beso con lengua de gato y ¡hasta pronto!